En México miles de mujeres han vivido con miedo. Miedo a caminar solas por la calle, a denunciar un abuso, a volver a casa. Miedo al silencio institucional que las ignora, al maltrato burocrático que las revictimiza y a los agresores que siguen libres porque el sistema falla. A muchas les han gritado que se lo buscaron. A otras las obligaron a callar. Y a demasiadas, incluso después de haber sobrevivido, nadie las escuchó.
La violencia contra las mujeres ha sido una constante que atraviesa generaciones, territorios y clases sociales. Es una violencia que no solo hiere el cuerpo: destroza la dignidad, anula la libertad y fractura el horizonte de futuro. Pero hay otra herida, más invisible aún, que acompaña a muchas víctimas: la del abandono. Quienes se han atrevido a denunciar lo saben. Las espera un camino cuesta arriba, plagado de indiferencia, impunidad y trámites indignantes que en ocasiones duelen más que el daño inicial.
Por eso es tan importante lo que acaba de suceder. El pasado 25 de julio, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó la Red Nacional de Abogadas de las Mujeres, una política que marca un punto de inflexión. Se trata de una red nacional conformada por 838 abogadas con perspectiva de género, capacitadas para brindar asesoría jurídica gratuita a mujeres que enfrentan violencia, desigualdad o discriminación. Están desplegadas por todo el país y son, como dijo la propia Presidenta, un proyecto que construye derechos y justicia.
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