El próximo 2 de junio tendrá lugar una elección histórica en nuestro país. Las y los mexicanos habremos de elegir a nuestra primera presidenta de la República, lo que marcará un hito en la lucha por la igualdad sustantiva y sentará un ejemplo para las democracias en todo el mundo. Pero existe otro motivo por el que la elección será fundamental, pues en ella se contraponen dos visiones muy distintas sobre lo que significa el ejercicio del poder público.
Por un lado, la derecha representa una política individualista basada en el odio, la indiferencia y la exclusión.
Desde esta visión, el poder se ejerce verticalmente para mantener los privilegios de unos cuántos, y gobernar es el derecho de una élite que pretende saber lo que es mejor para la población. Asimismo, el progreso económico depende del esfuerzo individual. En consecuencia, la pobreza es imputable a quienes menos tienen, pues no quisieron o no supieron salir adelante. Así, la desigualdad, la marginación y la exclusión que enfrentan millones de personas son circunstancias lamentables pero tolerables; un mal necesario o un resabio histórico con el que debemos aprender a vivir.
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