A un año de la victoria
Hace un año, el 2 de junio de 2024, México vivió una jornada histórica. Con más de 35 millones de votos, el pueblo eligió por primera vez en su historia a una mujer como Presidenta de la República. Claudia Sheinbaum obtuvo 59.7 por ciento de la votación, superando por más de 30 puntos a su contrincante más cercana y confirmando así el respaldo popular a la cuarta transformación. Fue una victoria inapelable y profundamente simbólica: no solo rompió inercias patriarcales, sino que afirmó la continuidad de un proyecto político que sigue colocando la justicia social en el centro.
La contundencia de ese resultado no obedeció a una promesa vacía ni a un carisma superficial. Fue el reflejo de una convicción colectiva: la de que el poder puede y debe estar al servicio de las mayorías. El triunfo de la presidenta Sheinbaum fue también el de una forma distinta de entender la política: no como gestión tecnocrática, sino como herramienta transformadora. No como espacio de privilegios, sino como mandato ético.
A un año de distancia, conviene recordar qué se refrendó ese día. Se apostó por un proyecto de país que se reconoce en el humanismo mexicano: una visión que parte de la dignidad humana, que concibe los derechos no como favores ni servicios de mercado, sino como exigencias constitucionales. Se votó por un modelo de bienestar que atiende primero a los últimos, que busca crecer desde abajo, con inclusión, y que entiende que la paz no se impone: se construye combatiendo sus causas estructurales.
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